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domingo, 13 de julio de 2014

Atrapando lo intangible: José Antonio Galve, maestro relojero

Desde épocas inmemoriales el ser humano se ha preguntado por su devenir temporal. Los sucesivos ciclos del día y la noche marcaban los ritmos de trabajo y descanso de las personas y, enseguida se vio la necesidad de medir el tiempo de forma más precisa para acotar, precisamente, unidades de medida más pequeñas que el día, hasta llegar, en el ámbito de la física, al  tiempo de Planck  o intervalo temporal más pequeño que puede ser medido.

No nos costaría mucho remontarnos a la época en la que los relojeros hicieron su aparición. Según Wikipedia, relojero/a es la persona que vende, hace o repara rejojes. Y el trabajo de relojero mecánico, con los cambios asociados a los nuevos desarrollos tecnológicos todavía sigue vigente en la actualidad.

Pero lo que hace más extraordinario este oficio es la pléyade de personas autodidactas interesadas y aficionados a los relojes. Auténticos profesionales que, desde sus domicilios, adornan y complementan el  trabajo de los relojeros de oficio.

En el caso de J. A. Galve, el inicio de su afición por los relojes se remonta a su niñez, cuando -siendo un canijo- ya mostraba una irresistible atracción por el contenido del escaparate de una relojería sita en la calle Santander. Allí se pasaba horas muertas con la nariz pegada al cristal contemplando los "guardatiempos".

A pesar de que nadie en su familia se había dedicado anteriormente a esta profesión, la fijación de José Antonio era tan intensa que con sus primeras propinas, consiguió hacerse con un reloj de pulsera marca "Lucerne" (de pasadores y sin rubíes) que adquirió en la relojería citada anteriormente.

Ya un poco más mayor (veintitantos años) trabó amistad con Rafael Pérez de Mezquía, un maestro relojero con taller ubicado la calle San Vicente de Paúl. Los dos compartían su pasión por este campo y José Antonio disfrutaba llevándole relojes viejos para que los reparara. En estos ires y venires nació una amistad que luego se fue prolongando... ¡en el tiempo!

Con posterioridad inició sus viajes por España buscando relojerías viejas y antiguas con el objetivo de recuperar relojes mecánicos que ya estaban obsoletos. La sistemática era sencilla: miraba direcciones de relojerías y las apuntaba con la finalidad de visitarlas en cuanto pudiera. Nada que ver con la situación actual en la que Internet lo ha trastocado todo. Ahora impera el cuarzo y las piezas se buscan en E-Bay.

Además, con la finalidad de documentarse a conciencia Galve iba adquiriendo muchos libros de relojes y de fábricas suizas. Y, en la década de los 90 se desplazó a este país para visitar varias fábricas. Sus idiomas de referencia eran (ya en esa época) el francés, el inglés y el alemán.

Me intereso por las características personales que se requieren para ser relojero y José Antonio me detalla el perfil idóneo: mucha paciencia, habilidad manual y perfeccionismo. También sensibilidad e incluso cierto toque romántico. Por supuesto dedicación plena cuando estás en ello. Él mismo se abstrae totalmente cuando está trabajando. Hasta el punto de que todo lo que no sea el reloj desaparece de su campo perceptivo.

Aunque hay una escuela de relojería en Bilbao, Galve lo ha aprendido todo de forma autodidacta. El disfrute lo encuentra en el hecho de buscar las piezas, ajustar la maquinaria y ver cómo el conjunto empieza a "latir". En ocasiones también puede experimentar desasosiego; cuando, por ejemplo el reloj no "arranca". Este hecho no es infrecuente, máxime si tenemos en cuenta la complejidad de encajar y ajustar unas 200 piezas de un reloj de sonería. El material de las mismas puede ser acero, titanio o carbono.

Naturalmente dispone de toda la instrumentación necesaria para efectuar las reparaciones e incluso componer relojes nuevos así como un aparato calibrador electrónico. No hay que dejar nada al azar.

Ponerse el monóculo de relojero y meterse en faena requiere una cierta dosis de inspiración. A veces pueden pasar meses sin tocar un reloj. También puede ocurrir justamente al revés y no poder quitarse la lupa del ojo. Pero hay que tener cuidado con los excesos. Una enfermedad típica del oficio es la prostatitis, por no hablar de las afecciones de espalda...

En la actualidad cada vez quedan menos profesionales de relojería mecánica. Y no es que no sean demandados. José Antonio ha declinado en más de una ocasión realizar distintos trabajos que le habían propuesto. Curiosamente ahora vuelven a estar de moda los relojes mecánicos. Sin embargo no hay reemplazo generacional. No existen buenos relojeros mecánicos.

Hablando de sofistificaciones, este mundillo da para mucho. Por ejemplo, me comenta que la marca Patek Philippe tiene como norma que cada relojero haga un solo reloj. O el caso de Seiko, que fabrica series limitadas de relojes. No hace mucho entraron 6 de ellos en España. También Zenith fabrica cronógrafos de diseño, sin olvidar otras marcas como Jaeger-Le Coultre.

En todo caso la adquisición de ejemplares raros constituye una buena inversión consiguiéndose, en ocasiones, rentabilidades del 30% al 40%. Es evidente que la relojería de alta calidad diferencia.

La conversación sigue y sigue y se desvía por múltiples derroteros, entre ellos su entusiasmo por el arte románico…. Es evidente que José Antonio, en ambos campos tiene mucha cuerda...


DuomètreYo me quedo impresionado por la pasión que manifiesta mi contertulio en el terreno de la medición del tiempo. Y por su profundo conocimiento sobre la relojería. Tantos años de dedicación han ido decantándose y, mi entrevistado destila sapiencia en cada una de sus palabras. Me quedo admirado al observar cómo aquel chaval que miraba asombrado el escaparate de la calle Santander ha sabido profundizar, recrear y disfrutar el arte de los auténticos maestros relojeros...