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Conectando personas, uniendo mundos

jueves, 31 de mayo de 2012

Esther Sevil. Sus cuadros hablan por ella

Desde los 10 años que empezó a pergeñar sus primeros dibujos en el colegio, su trayectoria personal ha estado indisolublemente unida al arte. Con 12 la inscribieron en la academia de Abel Bueno, ubicada en  antigua calle Vieja Guardia, cerca de la Puerta del Carmen de Zaragoza y a los 14 años se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios para meterse de lleno en lo que luego sería la pasión de su vida: la pintura.

Los cinco años de permanencia en la Escuela de Artes le permitieron conocer distintas tendencias y afinar su particular estilo personal y, a los 19, dio el salto al Estudio Goya donde -según sus propias palabras- se formó realmente como pintora.

 En el Estudio Goya se dibujaba con modelos al natural. Allí consiguió zafarse de las vanguardias imperantes en la época y perfilar su particular impronta como artista. Y allí fue también donde conoció a su actual marido Mariano Melendo que, por esa época estaba dedicado de lleno a pintar a la acuarela los variopintos paisajes del territorio aragonés.
Esther Sevil conserva la energía de sus años adolescentes y sigue pintando y apasionándose día a día por lo que hace. De sus pinceles salen cuadros de la más variada tendencia: realistas, abstractos, figurativos, bodegones... La mayoría de ellos los conserva en un almacén de su propiedad y nos los muestra con orgullo pues representan el resumen, el epítome, de su dilatado recorrido artístico.

La obra de Esther supera los 400 cuadros. Algunos de ellos de un tamaño considerable. Expuso colectivamente en Francia, Caja Madrid, la Sala Gambrinus y otras salas. En el año 52 obtuvo el accesit de dibujo en la convocatoria regional de Aragón y durante varios años fue admitida para el premio Isabel de Portugal. También ha realizado varias exposiciones individuales.

En la actualidad Esther se siente mucho más libre a la hora de plasmar el motivo de sus cuadros. Confiesa que atraviesa una etapa de "sacar hacia afuera" sus cosas y que pinta con el consciente y el inconsciente. Ella misma percibe sus cambios de tendencia. No pone traba alguna a estos vaivenes: fluye y deja fluir la energía emanada en sus obras.

No es mujer de muchas explicaciones. Sus cuadros hablan por ella y algunos lo hacen con una colosal contundencia. Aquí ofrecemos un pequeño botón de muestra de la colección pictórica de una autora aragonesa que merece ser conocida, comprendida y divulgada.

















































     

martes, 22 de mayo de 2012

Serafín y la "Roca Benedí"

Entrar en conversación con Serafín es muy fácil. Sólo le tienes que nombrar un valle de Aragón o citar alguna costumbre de cualquier pueblo escondido del Pirineo y seguro que él te va a ampliar la información o darte referencias más precisas sobre tal o cual matiz que, o bien a tí se te había escapado o -directamente- desconocías.

Somos amigos desde hace más de 25 años y esa amistad se ha mantenido alternando períodos de más o menos contacto debido, naturalmente, a motivos profesionales o familiares. Ahora Serafín -recién jubilado- profundiza en sus aficiones y se recrea en su pasión declarada desde hace mucho tiempo: patear el monte - especialmente el monte de Jaraba- y descubrir restos de ésta o aquélla cultura de las que aún quedan vestigios que sólo los iniciados, como Serafín, son capaces de sacar a la luz.

Cuando le pregunto cómo surgió esa afición, me comenta que para él es algo innato. Desde siempre le ha gustado la naturaleza y el campo y que, también desde siempre, sus paseos le han servido para reflexionar sobre lo que va viendo, lo que intuye, lo que adivina...

Tenemos, por tanto el perfil de alguien que, desde hace mucho tiempo, ha entrenado su cerebro y ha educado su percepción para vislumbrar en el monte lo que a la mayoría nos pasaría desapercibido. En una palabra, cuando sales al campo con él, donde tu ves un simple montón de rocas, Serafín puede estar percibiendo un túmulo funerario. Donde crees que sólo se ven matorrales de esparto, tomillo o santolina, Serafín puede estar adivinando el contorno de un poblado íbero desaparecido.
Cuando sube a su pueblo -Jaraba- sale al monte todos los días. Mejor dicho, se pasea, preferentemente, por barrancos y hoces pues siente una especial querencia por estos enclaves. A veces, intencionalmente, pasa por el mismo sitio a distintas horas del día con la intención de disfrutar de otros matices de luz y, así descubrir cosas que anteriormente habían quedado ocultas.

En este sentido podemos afirmar que Jaraba es un pueblo especial. Allí la primera palabra que aprenden los niños, después de "mamá" es "agua" tal es su abundancia y tan variadas son las presentaciones de este líquido elemento en la localidad. Por eso la infancia de Serafín discurrió en natural contacto con las emanaciones termales famosas desde hace siglos y que todavía le imprimen al pueblo cierto carácter cosmopolita al atraer a numerosos bañistas a los balnearios de Serón, Sicilia o La Virgen.

Según la hipótesis de nuestro amigo, Jaraba poseería -desde la antigüedad- ese misterioso aire telúrico que proporcionaban las aguas termales al brotar en distintos lugares de la población a 32-34 grados, independientemente de la estación del año. Y, precisamente, la ermita de la virgen de Jaraba podría ser un vestigio de un antiquísimo lugar de veneración al que siempre han peregrinado las gentes de la comarca. No en vano, enfrente de la ermita se conserva un yacimiento celtíbero con una doble muralla que aparece -como por ensalmo- colgado entre los riscos. El triángulo pinturas rupestres-restos arqueológicos, agua y magia constituiría, de esta manera un poderoso atractivo turístico y cultural todavía pendiente de potenciar.

Y ya que hablamos de restos arqueológicos, decido entrar de lleno en el tema principal de nuestra conversación: su descubrimiento de las pinturas rupestres en el lugar denominado desde entonces "Roca Benedí" en honor, precisamente a él: Serafín Benedí Monge.

Fue el 25 de agosto de 2009 sobre las 7 de la tarde. Había iniciado un recorrido buscando nuevas vías y también con la misión de "dar vuelta" sobre un lugar en el que -en primavera- había observado una intrigante acumulación de piedras. Ascendió por el barranco hasta llegar a una cornisa o faja. Efectivamente, desde allí se veía un basamento circular de piedras asemejando la cimentación de un "castro" celtíbero.

Nuestro amigo decide desandar el camino por otra ruta y, al volver por un abrigo, se queda estupefacto cuando divisa -perfectamente plasmados en la pared- dos ciervos, un arquero y una mujer con un niño (aunque este último medio borrado). Las figuras son grandes: treinta y tantos centímetros. Serafín empieza a sudar y su corazón late con fuerza. Toma conciencia de que acaba de realizar un gran descubrimiento. Tal fue su emoción y tanta la intensidad con la que vivió ese momento que, aquella noche, no se lo dijo ni a su mujer.
Al día siguiente vuelve por la mañana para visualizar las pinturas a la luz del día pero hay una sobreiluminación solar y casi no consigue encontrarlas. Con la ayuda de un palo mide, aproximadamente, las dimensiones de este singular vestigio prehistórico. También observa con más detenimiento la pintura utilizada: parece óxido de manganeso. Así, a ojo, puede que las pinturas daten de hace, al menos 7.000 años. Finalmente decide comentarlo con Pili, su esposa, y ésta le recomienda que, de momento, no se lo diga a nadie porque "si la gente acudiera en tropel llenarían el barranco de porquería" .

Una vez atemperada la emoción del descubrimiento Serafín decide contactar con Pilar Utrilla, catedrática de prehistoria de la Universidad de Zaragoza. Junto a Manuel Bea Martínez subieron el 11 de septiembre (fecha también paradigmática) a ver las pinturas. Enseguida los especialistas las señalaron como "pinturas levantinas". Son parecidas a la zona del Bajo Aragón y del más puro estilo clásico y naturalista arte levantino. Se hicieron las fotos pertinentes y se pasó comunicación a la DGA para que efectuara un cerramiento que permitiera la contemplación y evitara los daños de desaprensivos.


Para la primavera de 2011 ya era "vox populi" dónde estaban las pinturas. Los graciosos no tardaron en hacer su aparición y poco antes del verano ya habían dejado su huella al lado de tan venerable vestigio. Algún listillo dejó su "marca de la casa" escribiendo -grabando- la zafia expresión "VIVA EL REAL ZARAGOZA". Por fortuna, parece ser que, después de casi tres años de espera, la obra se va a realizar finalmente.

A pesar de todos estos desaires el descubrimiento le ha dado a Serafín un renovado impulso para profundizar en sus investigaciones. De momento quedará para la historia el nombre de la roca Benedí, apellido, por cierto, procedente de la zona del Pirineo y que ¡cómo no! nuestro amigo ha rastreado llegando a la conclusión de que, antiguamente se escribía Benedit y, en Huesca venía de los Benedetes.

Y puestos a referir descubrimientos, también podemos atribuir a Serafín la localización del "Dance de Jaraba" que, una amiga suya conservaba en su casa. Hablamos nada menos que de 1.600 versos en los que, en forma de pastorada, se loa a la virgen de Jaraba y en los que se dejan entrever las típicas figuras del diablo, el ángel, el pastor y el zagal y el "Patanatas" así como las disputas entre los pastores . También se conserva una salve y los dichos que declamaban los 12 danzantes. Todo ello data del año 1882.

Desgraciadamente, falta la música del paloteado pero nuestro amigo no desfallece y se mantiene en el empeño de dar con ella. Para ello ya está proyectando una visita al archivo del obispado de Tarazona para tratar de encontrar la música. Si este evento se produjera eso supondría la recuperación -de un plumazo- del dance de Jaraba.

Como siempre nos ha ocurrido en este programa de entrevistas, la charla con Serafín podría prolongarse cómodamente unas horas más. Pero el tiempo se agota porque nuestro entrevistado tiene que atender otro campo al que también le dedica su tiempo: el huerto escolar del colegio Miraflores.

Ambos nos desplazamos en bus hasta el centro educativo y, cambiando de tercio, empezamos a hablar de patatas, lechugas y cebollas. También de árboles frutales, plantas aromáticas y  flores. Conversamos mientras Serafín se dedica -con suma paciencia- a regar las plantaciones de este año que tanto juego didáctico están dando a la comunidad educativa del colegio.

Mientras observo su sosegado trabajo no puedo dejar de pensar: está claro que este hombre disfruta con lo que hace. ¡Animo y adelante, amigo!

 ¡No dejes nunca tus aficiones ni te canses de referirnos tus recorridos y tus descubrimientos! Feliz jubilación. Feliz disfrute compartido.