La vida de Leo Urbanski no ha podido ser más azarosa. Antes de aterrizar aquí, en España, muchos fueron los países que visitó y también son muchos los recuerdos de sus andanzas, de sus idas y venidas por esos mundos de Dios. De todo ello hemos hablado en esta entrevista y de todo daremos cuenta al hilo de estas líneas.
Pero lo más llamativo, lo que más me ha atraído de su devenir vital, han sido los 20 años que pasó sumergido en las profundidades de los mares océanos ya que, aún no hemos dicho, que nuestro hombre, con sólo 17 años, decidió -en su momento- enrolarse en la Marina de los Estados Unidos -sección submarinos-.
Y es de notar el contraste entre su vida en el interior del submarino y su posterior afición a coleccionar mariposas. Estos elementos tan divergentes producen -inevitablemente- un conflicto cognitivo en el entrevistador que tratará de dilucidar acudiendo a las más variopintas hipótesis.
Los padres de Leo eran polacos, pero él nació en Chicago. Ellos regentaban un bar de barrio y Urbanski vivió de cerca el espeso mundo de los clientes deprimidos, de los amargados, de los de risa artificial y grandes problemáticas personales... La mayoría de los clientes pasaban por el bar para mitigar sus penas -cuando no para ahogarlas- en el alcohol. No es de extrañar, por tanto, que siendo un jovencito, Leo decidiera dar un giro radical a su vida y cambiar la enrarecida atmósfera de los clientes noctívagos por el aire fresco y límpido que proporcionaban las modernas instalaciones del submarino.
Los inicios de su vida en el interior del submarino fueron complicados: adaptarse al régimen militar, realizar con eficacia sus labores de limpieza, la convivencia con otros soldados y con los mandos... Pero sin duda, lo más difícil fue dejar atrás la familia y su vida personal.
Menos mal que los rectores de la marina estadounidense ya tiene en cuenta esta incidencia y facilitan a la tropa un régimen de 100 días en el submarino por otros 100 días en los que se incluye formación y vacaciones.
La vida da muchas vueltas y, nuestro amigo, con 37 años, decidió cambiar de nuevo el rumbo de su vida: canceló su compromiso con la marina y se matriculó en la Universidad de Chicago en la carrera de Sociología. Mientras tanto, para ganar algún dinerillo, se puso a trabajar de ayudante con un cuñado artista que se dedicaba a la escultura. De esta manera se pasó tres años y medio puliendo, lijando y abrillantando el metal de las piezas de Theodore Gall -que así se llama su cuñado-.
Pero Urbanski no es precisamente un hombre sedentario y pasada la etapa de ayudante de artista, decidió dar otro nuevo giro a su vida metiéndose a vendedor de casas y apartamentos de mar en México. Allí vivió la vida intensamente y disfrutó a tope de los placeres mundanos. El dinero fluía en abundancia y nuestro hombre aprovechó al máximo esta racha de bonanza. Coches, fiestas, amigos, mujeres... Un paraíso en el que no faltó alguna que otra situación comprometida de la que, afortunadamente Leo salió indemne.
Durante la estancia en México fue cuando despertó su pasión por capturar mariposas. El motivo y la razón de este impulso no lo sabe explicar con precisión. ¿Tendrá algo que ver con su anterior etapa de encierro entre las cuatro paredes del sumergible? ¿Querría aprehender la belleza de las exóticas aladas especies mexicanas? ¿Un impulso irrefrenable de confinar también a estos animales libres, por excelencia? ¿O, directamente disfrutar de la belleza de estos ejemplares cuando él lo desee?
Bueno, el caso es que -ya con 44 años- de nuevo Urbanski le da otra vuelta al timón y se vuelve a los Estados Unidos para seguir su estela de vendedor de viviendas. Allí permaneció hasta los 64 años. Siempre viajando. De esta etapa no da muchos detalles pero seguro que también supo extraer al máximo el jugo a sus vivencias.
En la actualidad tiene una colección de unos 200 ejemplares de mariposas. Ha regalado muchas a amigos, conocidos y familiares. Comenta que para llevar a cabo esta afición se requiere un complejo proceso de selección de las especies, disección y correcta colocación. Sus limitaciones con el español le dificultan dar más precisiones sobre todo el procedimiento.
Para finalizar, Leo nos comenta otra pasión de la que no hemos hablado: decorar su casa con elementos reciclados...
Imposible extendernos más en este otro campo. El entrevistador no habla muy bien el inglés y el entrevistado se maneja como puede con el español. No importa. Hemos entendido perfectamente la globalidad de la ajetreada vida de Urbanski y hemos rellenado con la imaginación los huecos que deja un relato incompleto debido a cuestiones idiomáticas.
Extraemos como resumen de todo ello la enorme variedad de experiencias vitales de las personas y nos reafirmamos en la idea de que no es necesario viajar a países exóticos para disfrutar de estupendas vistas o cálidos atardeceres. Cerca de nosotros, a veces a nuestro lado, disponemos de suficiente material humano como para disfrutar de sus experiencias increíbles, de sus fantásticas aventuras... Sólo tenemos que acercarnos a ellos para descubrirlo, para hacer turismo... DE PERSONAS.
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