Cuando le pregunto cómo surgió esa afición, me comenta que para él es algo innato. Desde siempre le ha gustado la naturaleza y el campo y que, también desde siempre, sus paseos le han servido para reflexionar sobre lo que va viendo, lo que intuye, lo que adivina...
Tenemos, por tanto el perfil de alguien que, desde hace mucho tiempo, ha entrenado su cerebro y ha educado su percepción para vislumbrar en el monte lo que a la mayoría nos pasaría desapercibido. En una palabra, cuando sales al campo con él, donde tu ves un simple montón de rocas, Serafín puede estar percibiendo un túmulo funerario. Donde crees que sólo se ven matorrales de esparto, tomillo o santolina, Serafín puede estar adivinando el contorno de un poblado íbero desaparecido.
Cuando sube a su pueblo -Jaraba- sale al monte todos los días. Mejor dicho, se pasea, preferentemente, por barrancos y hoces pues siente una especial querencia por estos enclaves. A veces, intencionalmente, pasa por el mismo sitio a distintas horas del día con la intención de disfrutar de otros matices de luz y, así descubrir cosas que anteriormente habían quedado ocultas.
En este sentido podemos afirmar que Jaraba es un pueblo especial. Allí la primera palabra que aprenden los niños, después de "mamá" es "agua" tal es su abundancia y tan variadas son las presentaciones de este líquido elemento en la localidad. Por eso la infancia de Serafín discurrió en natural contacto con las emanaciones termales famosas desde hace siglos y que todavía le imprimen al pueblo cierto carácter cosmopolita al atraer a numerosos bañistas a los balnearios de Serón, Sicilia o La Virgen.

Y ya que hablamos de restos arqueológicos, decido entrar de lleno en el tema principal de nuestra conversación: su descubrimiento de las pinturas rupestres en el lugar denominado desde entonces "Roca Benedí" en honor, precisamente a él: Serafín Benedí Monge.

Nuestro amigo decide desandar el camino por otra ruta y, al volver por un abrigo, se queda estupefacto cuando divisa -perfectamente plasmados en la pared- dos ciervos, un arquero y una mujer con un niño (aunque este último medio borrado). Las figuras son grandes: treinta y tantos centímetros. Serafín empieza a sudar y su corazón late con fuerza. Toma conciencia de que acaba de realizar un gran descubrimiento. Tal fue su emoción y tanta la intensidad con la que vivió ese momento que, aquella noche, no se lo dijo ni a su mujer.
Al día siguiente vuelve por la mañana para visualizar las pinturas a la luz del día pero hay una sobreiluminación solar y casi no consigue encontrarlas. Con la ayuda de un palo mide, aproximadamente, las dimensiones de este singular vestigio prehistórico. También observa con más detenimiento la pintura utilizada: parece óxido de manganeso. Así, a ojo, puede que las pinturas daten de hace, al menos 7.000 años. Finalmente decide comentarlo con Pili, su esposa, y ésta le recomienda que, de momento, no se lo diga a nadie porque "si la gente acudiera en tropel llenarían el barranco de porquería" .
Una vez atemperada la emoción del descubrimiento Serafín decide contactar con Pilar Utrilla, catedrática de prehistoria de la Universidad de Zaragoza. Junto a Manuel Bea Martínez subieron el 11 de septiembre (fecha también paradigmática) a ver las pinturas. Enseguida los especialistas las señalaron como "pinturas levantinas". Son parecidas a la zona del Bajo Aragón y del más puro estilo clásico y naturalista arte levantino. Se hicieron las fotos pertinentes y se pasó comunicación a la DGA para que efectuara un cerramiento que permitiera la contemplación y evitara los daños de desaprensivos.
Para la primavera de 2011 ya era "vox populi" dónde estaban las pinturas. Los graciosos no tardaron en hacer su aparición y poco antes del verano ya habían dejado su huella al lado de tan venerable vestigio. Algún listillo dejó su "marca de la casa" escribiendo -grabando- la zafia expresión "VIVA EL REAL ZARAGOZA". Por fortuna, parece ser que, después de casi tres años de espera, la obra se va a realizar finalmente.
A pesar de todos estos desaires el descubrimiento le ha dado a Serafín un renovado impulso para profundizar en sus investigaciones. De momento quedará para la historia el nombre de la roca Benedí, apellido, por cierto, procedente de la zona del Pirineo y que ¡cómo no! nuestro amigo ha rastreado llegando a la conclusión de que, antiguamente se escribía Benedit y, en Huesca venía de los Benedetes.
Y puestos a referir descubrimientos, también podemos atribuir a Serafín la localización del "Dance de Jaraba" que, una amiga suya conservaba en su casa. Hablamos nada menos que de 1.600 versos en los que, en forma de pastorada, se loa a la virgen de Jaraba y en los que se dejan entrever las típicas figuras del diablo, el ángel, el pastor y el zagal y el "Patanatas" así como las disputas entre los pastores . También se conserva una salve y los dichos que declamaban los 12 danzantes. Todo ello data del año 1882.
Como siempre nos ha ocurrido en este programa de entrevistas, la charla con Serafín podría prolongarse cómodamente unas horas más. Pero el tiempo se agota porque nuestro entrevistado tiene que atender otro campo al que también le dedica su tiempo: el huerto escolar del colegio Miraflores.
Mientras observo su sosegado trabajo no puedo dejar de pensar: está claro que este hombre disfruta con lo que hace. ¡Animo y adelante, amigo!
¡No dejes nunca tus aficiones ni te canses de referirnos tus recorridos y tus descubrimientos! Feliz jubilación. Feliz disfrute compartido.
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