Cuando alguien se impregna de una afición con siete años y durante treinta años -hasta ahora- la sigue cultivando, mimando e incluso ampliando, eso nos está indicando la existencia de "algo" que hace que esa persona sea especial.
Es el caso de Eugenio García. Su dedicación a la acuariofilia y el cuidado con el que trata a sus peces unido a un gran conocimiento de la fauna de agua dulce hacen que conversar con él sobre este tema, se transforme en una aventura apasionante.
Todo empezó cuando su padre le regaló para su cumpleaños un acuario y él se autoasignó la tarea de cuidarlo y mantenerlo. Entonces contaba con tan solo 7 años. Poco a poco el acuario se fue poblando de distintas especies dulceacuícolas al tiempo que Eugenio incrementaba su curiosidad por este mundo sumergido.
Iba adquiriendo nuevos ejemplares en la ya desaparecida tienda de Tropicuarium en la calle San Vicente de Paúl o bien en otra de la calle Santa Isabel que tampoco se mantiene.
El caso es que esa semilla inicial fue creciendo a un ritmo mantenido en el tiempo. Cuando Eugenio se desplazó a Lérida para cursar INEF, en navidades ya convenció a sus compañeros de piso para traer un acuario de 20 litros. Posteriormente, cuando volvió de nuevo a Zaragoza y se instaló en un apartamento, allí colocó uno de 80 litros y otro de 40, alojando en ellos peces de agua dulce de sudamérica.
Cuando inició la convivencia con Rocío -su esposa- en otro piso, allí colocó en el salón un recipiente de 200 litros, otro igual en la cocina y dos más con 250 y 80 litros de capacidad. Esta progresión nos indica claramente la apuesta decidida de Eugenio por su afición.
El paso más importante en este campo lo dio cuando decidió mudarse a un nuevo piso. Tenía claro que debería disponer de bodega y dedicó muchas horas a planear y diseñar la estructura que debía construir para culminar su obra acuática. La suerte estuvo de su parte porque por esas fechas cerraron una tienda-almacén de acuarios que tiraba todo al desguace y Eugenio llegó a un acuerdo con los propietarios para hacerse con una parte importante del equipamiento, a buen precio.
Poco a poco fue montando las estructuras metálicas que debían soportar el peso de los recipientes, los circuitos de filtrado y tratamiento de agua, las tuberías de desagüe y un sinfín de cables y conexiones para mantener la temperatura y el ph del agua en las debidas condiciones. Aprovechando una visita de su suegro, con su ayuda, pacientemente fue colocando las peceras en su lugar y las bombas y las llaves en el sitio apropiado. Todo fue previsto con el fin de conseguir un digno alojamiento a sus acuáticos habitantes.
El resultado final es digno de elogio. En la actualidad más de 50 recipientes con una capacidad total de 8.000 litros, ofrecen las condiciones idóneas de alojamiento para más de 50 especies diferentes de peces. Cada uno de los acuarios dispone de una llave para desaguar y de sus correspondientes rebosaderos. Además están equipados con filtros de esponja y bacterias específicas para el tratamiento de los desechos de los animales. Como medida de seguridad, por si hay alguna rotura, Eugenio dispone de un mecanismo de aspiración de agua que la desalojaría de inmediato si se diera tal circunstancia. Toda la instalación ha sido obra suya. Él reconoce que disfruta tanto ideando los sistemas de bombeo y drenaje y montando las tuberías como con los peces.
Me comenta que dedica diariamente unos 10 minutos a dar de comer a los animales y supervisar la temperatura y calidad del agua. Emplea una tarde a la semana para limpiar y arreglar los filtros y otras tareas de mantenimiento.
Me cuenta también que él mismo elabora la comida de los animales con productos que compra en el mercado; alguno de ellos tan curioso como corazón de vaca. De esta forma reduce la factura por la alimentación de su "ganado". Siempre está a la búsqueda de métodos y fórmulas caseras que puedan reducir los costes ya que a partir de un determinado número de individuos los gastos se incrementan considerablemente.
También me habla de los peces que forman pareja y ponen huevos: los ramírez y los escalares. Estos pertenecen a la familia de los cíclidos. Ha conseguido criar y llevar al estado adulto unas 25 ó 30 especies distintas. No es una tarea fácil. A veces los peces no parecen mostrar sentimientos hacia sus congéneres y se agreden o se comen los huevos de la puesta. Cuando eso ocurre, debe ensayar la cría artificial y tratar con sumo cuidado los huevecillos fecundados para que no cojan hongos y se mantengan a una temperatura constante. Una vez eclosionadas las larvas hay que alimentarlas con una comida especial: artemia salina, que es un pequeño crustáceo que les encanta a los bichitos.
La familia de los tetras que incluye a los neones y los borrachitos es más difícil de reproducir. No forman parejas y van en cardúmenes. Eugenio ha tenido hasta 100 especies distintas de peces y ha disfrutado de su vistoso colorido, sus exóticas costumbres y su pausado deslizarse en el líquido elemento. No ha observado ninguna vinculación afectiva de los peces con su cuidador. Suelen acercarse cuando necesitan comer y huyen cuando observan algún peligro. Se muestran más agresivos cuando pasa el tubo de aspiración de desechos o retira los huevecillos. Hay peces limpiadores que mantienen pulcros los cristales del acuario y otros peces -como los peces globo- que comen pequeñas caracolas.
Me doy cuenta que el mundo de la acuariofilia se ramifica en múltiples y variados ámbitos y, a su vez, cada uno de ellos puede dar lugar a otro amplísimo campo del conocimiento. Estoy seguro, por tanto, que Eugenio nunca se aburrirá. Es más, todo se va configurando para que cada vez profundice más en su hobby hasta que él mismo le ponga límites a las múltiples posibilidades que ofrece la acuariofilia.
Sus hijos gemelos parecen haber heredado la afición del padre. Cada uno de ellos cuenta con un pequeño acuario en su cuarto y se afanan en detallar enfáticamente la vida y costumbres de sus pequeños habitantes. Rocío también comparte este interés. Podríamos hablar de una familia apasionada por el mundo de la acuarofilia
Después de pasar más de dos horas con Eugenio escuchando sus explicaciones llego a la conclusión de que consigue habitualmente con su afición una experiencia de "flujo" en el sentido que le atribuye Csikszentmihaly: Estado mental en el que la conciencia está ordenada armoniosamente y el sujeto desea dedicarse a lo que hace por lo que le satisface en sí.
Al mismo tiempo que declaro mi admiración por esta ocupación tan intensa y entregada al mundo de los peces, desde estas líneas le agradezco el tiempo que me ha dedicado y la exquisita paciencia con la que ha respondido a las muchas preguntas que le he planteado.
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